miércoles, 30 de noviembre de 2011

Apuntes sobre la globalización (1998)

Dice Joaquín Estefanía en el prólogo de su libro "Contra el Pensamiento único" (editado en 1998) frases llamativas, que nos hacen reflexionar fuertemente. De hecho hoy suenan a 'déjà vu'.:
En la posguerra mundial, los países occidentales crearon el Estado de Bienestar como una especie de revolución pasiva. El Estado del Bienestar, esto es la universalidad de la sanidad pública, educación pública, pensiones públicas, un seguro para todo aquel que no encontraba empleo, negociación colectiva, etcétera, se puso en marcha para evitar que los trabajadores occidentales tuviesen la tentación de mirar hacia las conquistas aparentes o reales del comunismo, y las prefiriesen. Así se lograron unos derechos adquiridos. Desaparecido el socialismo real se ha iniciado una especie de contrarrevolución que consiste en limitar o anular algunos de esos derechos adquiridos. Se apoya para ello en una dificultad real: la crisis fiscal del Estado, la falta de recursos públicos suficientes para mantener esos derechos en una coyuntura demográfica adversa (mayor esperanza de vida de los ciudadanos). Pero la consecuencia inmediata es que se pone en duda la universalidad de esos derechos; así, las pensiones deberían ser públicas sólo para los indigentes y los demás tienen que ahorrar en sistemas privados para su jubilación. Lo mismo ocurre con la sanidad o la educación. Pero éste es un problema en primer lugar político y sólo en segundo lugar económico, de recursos públicos escasos. Frente a los que consideran que las pensiones, la educación o la sanidad son bienes, hay que reivindicar su carácter de derechos y tratarlos en el terreno de la política, no de la economía.
(...)  
También se está dando un intenso desplazamiento del poder político hacia el poder económico. Si esta tendencia se consolida definitivamente, si las grandes compañías, los grandes fondos de inversión o de pensiones internacionales tienen más poder que los Gobiernos o que los Parlamentos nacionales, en el extremo se puede hacer una pregunta: ¿Para qué votar? ¿Qué queda de la soberanía del Estado-nación? 
(...)  
Como nos ha enseñado Alain Touraine, “a finales del siglo XIX y principios del XX, las naciones que perdían el control de sus economías se lanzaban de cabeza hacia el nacionalismo, ya fuera éste de cariz reaccionario o revolucionario. Si hoy nos sometemos a los intereses de un capitalismo financiero estaremos preparando un siglo XXI todavía más violento y militarista de lo que haya podido ser el siglo XX.”

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